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Dios obra un milagro para reprender y consolar el pecado de Israel. Samuel se despide.Pt 5 Monarquía

  • Foto del escritor: Juan Escobedo
    Juan Escobedo
  • 8 may 2020
  • 4 Min. de lectura


Se hizo la confirmación del trono de Saúl en la ciudad de Gilgal. Gilgal había sido el sitio donde Israel había acampado por primera vez en la tierra prometida. Allí fué donde Josué, por indicación divina, erigió la columna de doce piedras para conmemorar el cruce milagroso del Jordán. Allí se había reanudado la práctica de la circuncisión. Allí se había celebrado la primera pascua después del pecado de Cades y la peregrinación en el

desierto. Allí cesó el suministro del maná. Allí el Capitán celestial de la hueste de Jehová se había manifestado como comandante en jefe de los ejércitos de Israel. De ese sitio habían salido para conquistar a Jericó y a Hai. Allí Acán recibió el castigo de su pecado, y se hizo con los gabaonitas aquel tratado que castigó la negligencia de Israel en cuanto a no pedir consejo a Dios. En esa llanura, vinculada con tantos recuerdos conmovedores, estaban Samuel y Saúl; y cuando los gritos de bienvenida al rey se hubieron acallado, el anciano profeta pronunció sus palabras de despedida como gobernante de la nación.


He aquí—dijo él,—yo he oído vuestra voz en todas las cosas que me habéis dicho, y os he puesto rey. Ahora pues, he aquí vuestro rey va delante de vosotros. Yo soy ya viejo y cano; ... y yo he andado delante de vosotros desde mi mocedad hasta este día. Aquí estoy; atestiguad contra mí delante de Jehová y delante de su ungido, si he tomado el buey de alguno, o si he tomado el asno de alguno, o si he calumniado a alguien, o si he agraviado a alguno, o si de alguien he tomado cohecho por el cual haya cubierto mis ojos: y os satisfaré y repondré.


A una voz el pueblo contestó: “Nunca nos has calumniado, ni agraviado, ni has tomado algo de mano de ningún hombre.

Samuel no procuraba meramente justificar su propia conducta. Había expuesto previamente los principios que debían regir tanto al rey como al pueblo, y deseaba tan sólo agregar a sus palabras el peso de su propio ejemplo. Desde su niñez había estado relacionado con la obra de Dios, y durante toda su larga vida había tenido un solo propósito: la gloria de Dios y el mayor bienestar de Israel.


Antes de que pudiera Israel tener alguna esperanza de prosperidad, debía ser inducido al arrepentimiento para con Dios. Como consecuencia del pecado había perdido la fe en Dios, y la capacidad de discernir el poder y sabiduría de Dios para gobernar la nación y reparar lo roto en el gobierno. Antes de que pudieran los israelitas hallar verdadera paz, debían ser inducidos a ver y confesar el pecado mismo del cual se habían hecho culpables.


Samuel reseñó la historia de Israel, desde el día en que Dios lo sacó de Egipto. Jehová, el Rey de reyes, había ido siempre delante de ellos, y había librado sus batallas. A menudo sus propios pecados los habían entregado al poder de sus enemigos, pero tan pronto como ellos se apartaban de sus caminos impíos, la misericordia de Dios les suscitaba un libertador. El Señor envió a Gedeón y a Barac, “a Jephté, y a Samuel, y os libró de mano de vuestros enemigos alrededor, y habitasteis seguros.” Sin embargo, cuando se vieron amenazados de peligro declararon: “Rey reinará sobre nosotros; siendo—dijo el profeta—vuestro rey Jehová vuestro Dios.”


Samuel continuó diciendo: “Esperad aún ahora, y mirad esta gran cosa que Jehová hará delante de vuestros ojos. Ahora es la cosecha del trigo. Y yo clamaré a Jehová, y él dará truenos y aguas; para que conozcáis y veáis que es grande vuestra maldad que habéis hecho en los ojos de Jehová, pidiéndoos rey. Y Samuel clamó a Jehová; y Jehová dio truenos y aguas en aquel día.


En el Oriente, no solía llover durante ese tiempo de la siega del trigo, en los meses de mayo y junio. El cielo se mantenía despejado, y el aire era sereno y suave. Una tormenta tan violenta en ese momento llenó de temor todos los corazones. Con humillación el pueblo confesó sus pecados, — “Ruega por tus siervos a Jehová tu Dios, que no muramos: porque a todos nuestros pecados hemos añadido este mal de pedir rey para nosotros.”


Samuel no dejó al pueblo en el desaliento, pues éste habría impedido todo esfuerzo por vivir mejor. Satanás los habría inducido a considerar a Dios como severo e implacable, y así habrían quedado expuestos a múltiples tentaciones. Dios es misericordioso y perdonador, y desea siempre manifestar favor hacia su pueblo cuando éste obedece a su voz. “No temáis—fue el mensaje que Dios envió por medio de su siervo: —vosotros habéis cometido todo este mal; mas con todo eso no os apartéis de en pos de Jehová, sino servid a Jehová con todo vuestro corazón: no os apartéis en pos de las vanidades, que no aprovechan ni libran, porque son vanidades. Pues Jehová no desamparará a su pueblo.


Nada dijo Samuel acerca del desprecio que él había sufrido; ni reprochó a Israel la ingratitud con la cual le había retribuido toda una vida de devoción. Antes le prometió seguir interesándose incesantemente por él: “Así que, lejos sea de mí que peque yo contra Jehová cesando de rogar por vosotros; antes yo os enseñaré por el camino bueno y derecho. Solamente temed a Jehová, y servidle de verdad con todo vuestro corazón, porque considerad cuán grandes cosas ha hecho con vosotros. Mas si perseverareis en hacer mal, vosotros y vuestro rey pereceréis.


Bibliografía:


Todo este relato está basado en todo el capítulo 12 del libro 1 Samuel en la Biblia:

Además, es ocupado el relato de forma modificada el libro Patriarcas y Profetas. Capítulo 59; "El primer rey de Israel" de la autora finada Elena G de White.

Link del libro y del capítulo: https://m.egwwritings.org/es/book/183.3142#3142

Este es el quinto blog dedicado a la serie de la monarquía de Israel. Entre al inicio de la página para ver todos los blogs y todas las partes de la historia.


Solo a Dios la Gloria.

 
 
 

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