El malvado alguna vez fue santo y bueno. Saúl el rey escogido. Pt 3: Monarquía.
- Juan Escobedo
- 7 may 2020
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Cuando Saúl se marchó de la casa del profeta Samuel temprano por la mañana siguiente, el profeta le acompañó. Cuando hubieron atravesado la ciudad, pidió que el siervo de Saúl siguiera adelante. Cuando éste se hubo alejado algo, Samuel ordenó a Saúl que se detuviera para recibir un mensaje que Dios le enviaba. “Tomando entonces Samuel una ampolla de aceite, derramóla sobre su cabeza, y besólo, y díjole: ¿No te ha ungido Jehová por capitán sobre su heredad?” Como evidencia de que hacía esto por autoridad divina, le predijo los incidentes que le ocurrirían en su viaje de regreso a su casa, y le aseguró a Saúl que el Espíritu de Dios le capacitaría para ocupar el cargo que le esperaba.
“Hoy, después que te hayas apartado de mí, hallarás dos hombres junto al sepulcro de Raquel, en el territorio de Benjamín, en Selsa, los cuales te dirán: Las asnas que habías ido a buscar se han hallado; tu padre ha dejado ya de inquietarse por las asnas, y está afligido por vosotros, diciendo: ¿Qué haré acerca de mi hijo? Y luego que de allí sigas más adelante, y llegues a la encina de Tabor, te saldrán al encuentro tres hombres que suben a Dios en Bet-el, llevando uno tres cabritos, otro tres tortas de pan, y el tercero una vasija de vino; los cuales, luego que te hayan saludado, te darán dos panes, los que tomarás de mano de ellos. Después de esto llegarás al collado de Dios donde está la guarnición de los filisteos; y cuando entres allá en la ciudad encontrarás una compañía de profetas que descienden del lugar alto, y delante de ellos salterio, pandero, flauta y arpa, y ellos profetizando. Entonces el Espíritu de Jehová vendrá sobre ti con poder, y profetizarás con ellos, y serás mudado en otro hombre. Y cuando te hayan sucedido estas señales, haz lo que te viniere a la mano, porque Dios está contigo.
Aconteció luego, que al volver él la espalda para apartarse de Samuel, le mudó Dios su corazón; y todas estas señales acontecieron en aquel día. Y cuando llegaron allá al collado, he aquí la compañía de los profetas que venía a encontrarse con él; y el Espíritu de Dios vino sobre él con poder, y profetizó entre ellos. Y aconteció que cuando todos los que le conocían antes vieron que profetizaba con los profetas, el pueblo decía el uno al otro: ¿Qué le ha sucedido? ¿Saúl también entre los profetas? Por esta causa se hizo proverbio: ¿También Saúl entre los profetas? Y cesó de profetizar, y llegó al lugar alto.”
1 Samuel 10:1-13.
Mientras Saúl iba por su camino, todo sucedió tal como lo había predicho el profeta.
Cuando Saúl se unió a los profetas en su culto, el Espíritu Santo obró un gran cambio en él. La luz de la pureza y de la santidad divinas brilló sobre las tinieblas del corazón natural. Se vió a sí mismo como era delante de Dios. Vio la belleza de la santidad. Se le invitó entonces a principiar la guerra contra el pecado y contra Satanás, y se le hizo comprender que en este conflicto toda la fortaleza debía provenir de Dios. El plan de la salvación, que antes le había parecido nebuloso e incierto, fué revelado a su entendimiento. El Señor le dotó de valor y sabiduría para su elevado cargo. Le reveló la Fuente de fortaleza y gracia, e iluminó su entendimiento con respecto a las exigencias y su propio deber.
La consagración de Saúl como rey no había sido aún comunicada a la nación. La elección de Dios había de manifestarse públicamente al echar suertes (especies de volados). Con este fin, Samuel convocó al pueblo. Se elevó una oración para pedir la dirección divina; y luego siguió la ceremonia solemne de echar suertes. La multitud congregada allí esperó en silencio el resultado. La tribu, la familia, y la casa fueron sucesivamente señaladas, y finalmente Saúl, el hijo de Cis, fué designado como el hombre escogido.
Pero Saúl no estaba en la congregación. Abrumado con el sentimiento de la gran responsabilidad que estaba a punto de recaer sobre él, se había retirado secretamente. Fue traído de nuevo a la congregación, que observó con orgullo y satisfacción su aspecto regio y porte noble, pues “desde el hombro arriba era más alto que el pueblo.” Aun Samuel, al presentarle ante la asamblea, exclamó: “¿Habéis visto al que ha elegido Jehová, que no hay semejante a él en todo el pueblo?” Y en contestación la enorme muchedumbre dio un grito largo y regocijado: “¡Viva el rey!”
Samuel presentó luego al pueblo los principios en que se fundaba el gobierno monárquico y por los cuales se había de regir. El rey no había de ser un monarca absoluto, sino que había de ejercer su poder en sujeción a la voluntad del Altísimo. Este discurso se escribió en un libro con los derechos y privilegios del rey y del pueblo. Aunque la nación había menospreciado la advertencia de Samuel y el fiel profeta se había visto forzado a acceder a sus deseos, procuró en lo posible, salvaguardar sus libertades.
En tanto que la mayoría del pueblo estaba dispuesta a reconocer a Saúl como su rey, un partido grande se le oponía. Les parecía un agravio intolerable que el monarca se hubiese escogido de entre la tribu de Benjamín, la más pequeña de todas las de Israel, pasando por alto la tribu de Judá y la de Efraín, las más grandes y poderosas. Estas tribus se negaron a prometer fidelidad y obediencia a Saúl, y a traerle los regalos acostumbrados. Los que habían sido más exigentes en su demanda de un rey fueron los mismos que se negaron a aceptar con gratitud al hombre que Dios había designado. Los miembros de cada una de las facciones tenían su favorito, a quien deseaban ver en el trono, y entre los príncipes muchos habían deseado el honor para sí. La envidia y los celos ardían en el corazón de muchos. Los esfuerzos del orgullo y de la ambición habían resultado al final en el desengaño y descontento.
Saúl no juzgó conveniente asumir la dignidad real. Dejando a Samuel la administración del gobierno como antes, regresó él a Gabaa. Lo escoltó allá con honores un grupo de hombres que, viendo en él al hombre escogido divinamente, estaban resueltos a sostenerlo. Pero él no hizo esfuerzo alguno por apoyar con la fuerza su derecho al trono. En su casa desempeñaba pacíficamente sus deberes de agricultor, dejando enteramente a Dios el afianzamiento de su autoridad.
Bibliografía:
Todo este relato está basado en todo el capítulo 10 del libro 1 Samuel en la Biblia:
Además, es ocupado el relato de forma modificada el libro Patriarcas y Profetas. Capítulo 59; "El primer rey de Israel" de la autora finada Elena G de White.
Link del libro y del capítulo: https://m.egwwritings.org/es/book/183.3142#3142
Este es el tercer blog dedicado a la serie de la monarquía de Israel. Entre al inicio de la página para ver todos los blogs y todas las partes de la historia.
Link de mi canal YouTube por si me quieren conocer poco más: https://www.youtube.com/channel/UCrF9TsDybnlQdRhFVAT6Hxw?view_as=subscriber
Solo a Dios la Gloria.
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