Saúl es puesto a prueba por Dios por 1ra vez y falla por su desesperación. Pt 6 Monarquía.
- Juan Escobedo
- 11 may 2020
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Después “había ya reinado Saúl un año; y cuando hubo reinado dos años sobre Israel,” fue cuando su verdadero carácter salió a la luz.
Saúl licenció (redujo) el ejército que había acudido a su llamamiento para destruir a los amonitas. Sólo retuvo una reserva de dos mil hombres bajo su mando en Michmas, y mil hombres para que asistieran a su hijo Jonatán en Gabaa. Esto fué un grave error. Su ejército se había llenado de esperanza y ánimo con la victoria reciente; y si él hubiera procedido inmediatamente contra otras naciones enemigas de Israel, habría dado un golpe decisivo en pro de las libertades de la nación.
Mientras tanto, sus belicosos vecinos, los filisteos, estaban activos. Aun después de la derrota de Eben-ezer, habían conservado algunos fortines (pequeño fuerte militar) en las colinas de la tierra de Israel; y ahora se establecieron en el mismo corazón del país. En cuanto a armas y equipo en general, los filisteos tenían una gran ventaja sobre Israel. Durante el largo período de opresión de los israelitas, los filisteos habían procurado acrecentar su poder prohibiéndoles a los israelitas que practicaran el oficio de herreros, no fuera que se fabricaran armas de guerra. Una vez hecha la paz, los hebreos hubieron de seguir acudiendo a las guarniciones filisteas para los trabajos de esa clase que necesitaban como afilar sus azadones o hachas. Dominados por el amor a la comodidad, y por el espíritu abyecto (vil o despreciable) que creara la larga opresión, los hombres de Israel habían descuidado, en alto grado, el proporcionarse armas de combate. En la guerra se usaban arcos de flechas y hondas, y los israelitas podían obtener estas cosas; pero ninguno de ellos, excepto Saúl y su hijo Jonatán, poseían una lanza o una espada. 1 Samuel 13:22.
No fue sino hasta el segundo año del reinado de Saúl que no se hizo esfuerzo alguno por subyugar a los filisteos. El primer golpe fue dado por Jonatán, el hijo del rey, que atacó y venció la fortaleza de Gabaa. Los filisteos exasperados por la derrota que habían sufrido se dispusieron a atacar con celeridad a Israel.
Saúl mandó entonces proclamar la guerra a son de trompeta en toda la tierra, para llamar a todos los hombres de guerra, y que se reunieran en Gilgal. Esta citación fue obedecida.
Los filisteos habían reunido un enorme ejército en Michmas, “treinta mil carros, y seis mil caballos, y pueblo como la arena que está a la orilla de la mar en multitud.” 1 Samuel 13:5. Cuando lo llegaron a saber Saúl y su ejército en Gilgal, el pueblo se atemorizó al pensar en las enormes fuerzas que habría de arrostrar en batalla. No estaba preparado para ello, y muchos estaban tan aterrorizados que rehuían la prueba de un encuentro. Algunos se escondieron en cuevas y hoyos, y entre las rocas que abundaban en aquella región. A medida que se acercaba la hora de la batalla, el número de desertores aumentaba, y los que no se habían retirado de sus puestos estaban llenos de temor y de presentimientos desfavorables.
Cuando Saúl fué ungido rey de Israel, había recibido de Samuel instrucciones precisas acerca de la conducta que debía seguir en esa ocasión. “Bajarás delante de mí a Gilgal—le había dicho el profeta; —y luego descenderé yo a ti para sacrificar holocaustos, e inmolar víctimas pacíficas. Espera siete días, hasta que yo venga a ti, y te enseñe lo que has de hacer.” 1 Samuel 10:8.
Saúl estuvo aguardando un día tras otro, pero sin hacer esfuerzos decididos por animar al pueblo ni inspirarle confianza en Dios. Antes que hubiera expirado el plazo señalado por el profeta, se impacientó por la tardanza, y se dejó desalentar por las circunstancias difíciles que le rodeaban. En vez de procurar fielmente preparar al pueblo para el servicio que Samuel iba a celebrar, cedió a la incredulidad y los funestos presentimientos. Buscar a Dios por medio del sacrificio era una obra muy solemne e importante; y Dios exigía que su pueblo escudriñara sus corazones y se arrepintiera de sus pecados, para que la ofrenda le fuera aceptable y su bendición pudiera acompañar sus esfuerzos por vencer al enemigo. Pero Saúl se había vuelto inquieto; y el pueblo, en vez de confiar en Dios y en su ayuda, quería ser dirigido por el rey a quien había escogido.
Sin embargo, el Señor seguía interesándose en ese pueblo, y no lo entregó a los desastres que le habrían sobrevenido si el brazo frágil de la carne hubiera sido su único sostén. Lo puso en estrecheces para que pudiese convencerse de cuán insensato es fiar en el hombre, y para que se volviera a él como a su única fuente de auxilio.
Había llegado la hora de la prueba para Saúl. Debía él demostrar si quería o no depender de Dios y esperar con paciencia en conformidad con su mandamiento, revelando así si era hombre en quien Dios podía confiar como soberano de su pueblo en estrecheces, o si iba a vacilar y revelarse indigno de la sagrada responsabilidad que había recaído en él. ¿Escucharía el rey escogido por Israel al Soberano de todos los reyes? ¿Dirigiría él la atención de sus soldados pusilánimes (cobardes y débiles) hacia Aquel en quien hay fuerza y liberación sempiternas? *Nota: lo sempiterno (tiene principio pero no fin) y eterno (no tiene principio ni fin).
Con impaciencia creciente esperaba Saúl la llegada de Samuel, y atribuía la confusión, la angustia y la deserción de su ejército a la ausencia del profeta. Llegó el momento señalado, pero el varón de Dios no apareció inmediatamente. La providencia de Dios había detenido a su siervo. Pero el espíritu inquieto e impulsivo de Saúl no pudo ser refrenado por más tiempo. Creyendo que debía hacerse algo para calmar los temores del pueblo, resolvió convocar una asamblea para el servicio religioso, e implorar la ayuda divina mediante el sacrificio. Dios había ordenado que sólo y exclusivamente los que habían sido consagrados para el servicio divino podían presentarle los sacrificios. Pero Saúl mandó: “Traedme holocausto y sacrificios pacíficos” (1 Samuel 13: 14), y justo así como estaba, equipado con su armadura y sus armas de guerra, se acercó al altar y ofreció el sacrificio delante de Dios.
“Y como él acababa de hacer el holocausto, he aquí Samuel que venía; y Saúl le salió a recibir para saludarle.” Samuel vió en seguida que Saúl había obrado contrariamente a las instrucciones expresas que se le habían dado. El Señor había dicho por medio del profeta que en esa ocasión Dios revelaría lo que Israel debía hacer en esta crisis. Si Saúl hubiera cumplido las condiciones bajo las cuales se prometió la ayuda divina, el Señor habría librado maravillosamente a Israel mediante los pocos que permanecieran fieles al rey. Pero Saúl estaba tan satisfecho de sí mismo y de su obra, que fue al encuentro del profeta como quien merecía alabanza y no desaprobación.
El semblante de Samuel estaba cargado de ansiedad y tribulación; pero a su pregunta: “¿Qué has hecho?” Saúl contestó excusando su acto de presunción (la religión y la fe usada para obrar egoísta e irresponsablemente) y dijo: “Vi que el pueblo se me iba, y que tú no venías al plazo de los días, y vi a los Filisteos, me dije: Los Filisteos descenderán ahora contra mí a Gilgal, y yo no he implorado el favor de Jehová. Esforcéme pues, y ofrecí holocausto.”
“Entonces Samuel dijo a Saúl: Locamente has hecho; no guardaste el mandamiento de Jehová tu Dios, que él te había intimado; porque ahora Jehová hubiera confirmado tu reino sobre Israel para siempre. Mas ahora tu reino no será durable: Jehová se ha buscado varón según su corazón, al cual Jehová ha mandado que sea capitán sobre su pueblo.... Y levantándose Samuel, subió de Gilgal a Gabaa de Benjamín.”
O Israel debía dejar de ser el pueblo de Dios (y cambiar de pueblo), o el principio en que se fundaba la monarquía (ley de Dios) debía mantenerse y la nación debía ser gobernada por un poder divino. Sería Dios su defensa mientras el rey y el pueblo se condujeran como subordinados a Dios. Pero ninguna monarquía podía prosperar en Israel si no reconocía en todas las cosas la autoridad suprema de Dios.
Si en esta hora de prueba Saúl hubiera demostrado alguna consideración por los requerimientos divinos, el Señor podría haber realizado su voluntad por medio de él. Al fracasar entonces demostró que no era apto para desempeñar el cargo de vicegerente de Dios ante su pueblo. Más bien descarriaría a Israel. Su voluntad, y no la voluntad de Dios, sería el poder dominador. Si Saúl hubiera sido fiel, su reino se habría afirmado para siempre; pero en vista de que había fracasado, el propósito de Dios debía ser alcanzado por medio de otro. El gobierno de Israel debía ser confiado a quien gobernara al pueblo de acuerdo con la voluntad del Cielo.
No sabemos cuáles son los grandes intereses que pueden hallarse en juego cuando Dios nos prueba. No hay seguridad excepto en la obediencia estricta a la palabra de Dios. Todas sus promesas a nosotros se han hecho bajo la condición de fe y obediencia, y el no cumplir sus mandamientos impide que se cumplan para nosotros las abundantes provisiones y promesas de las Escrituras. No debemos seguir nuestros impulsos, ni depender de los juicios de los hombres; debemos mirar a la voluntad revelada de Dios y andar de acuerdo con sus mandamientos definitivos, cualesquiera que sean las circunstancias. Dios se hará cargo de los resultados; mediante la fidelidad a su palabra podemos demostrar en la hora de las pruebas, delante de los hombres y de los ángeles, que el Señor puede confiar en que aun en lugares difíciles cumpliremos su voluntad, honraremos su nombre, y beneficiaremos a su pueblo.
¡Cuánto más en las situaciones menos difíciles!
Saúl había perdido el favor de Dios, y sin embargo no quería humillar su corazón con arrepentimiento. Lo que le faltaba en piedad verdadera, quería suplirlo con su celo en las formas religiosas. Saúl conocía la desastrosa derrota sufrida por Israel cuando el arca de Dios fué llevada como amuleto al campamento de guerra por Ophni y Phinees; y a pesar de esto resolvió mandar que trajeran el arca sagrada y al sacerdote que la atendía. Si por estos medios lograba inspirar confianza al pueblo. Ya no necesitaría más la presencia y el apoyo de Samuel, y con esta acción religiosa se libraría de la crítica y los reproches del profeta.
El Espíritu Santo había sido otorgado a Saúl para iluminar su entendimiento y ablandar su corazón. Había recibido instrucciones fieles y reproches sinceros del profeta de Dios. Y sin embargo, ¡cuánta perversidad manifestaba! La historia del primer rey de Israel representa un triste ejemplo del poder de los malos hábitos adquiridos durante la primera parte de la vida. En su juventud (y adolescencia) Saúl no había amado ni temido a Dios; y su espíritu impetuoso, que no había aprendido a someterse en temprana edad, ahora en su edad adulta estaba siempre dispuesto a rebelarse contra la autoridad divina.
Los que en su juventud manifiestan una sagrada consideración por la voluntad de Dios y cumplen fielmente los deberes de su cargo, quedarán preparados para los servicios más elevados de la otra vida. Pero los hombres no pueden pervertir durante años las facultades que Dios les ha dado y luego, cuando decidan cambiar de conducta, encontrar estas facultades frescas y libres para seguir un camino opuesto, es decir, cambiar de repente hacia el bien.
Los esfuerzos de Saúl para despertar al pueblo resultaron fútiles (inútiles). Encontrando que sus fuerzas habían sido reducidas a seiscientos hombres, abandonó Gilgal, y se retiró a la fortaleza de Gabaa, recién librada de filisteos por su hijo Jonatán.
Salían destacamentos (tropas) de filisteos en diferentes direcciones para saquear el país.
Dios había permitido que las cosas culminaran en esa crisis, para poder reprender la perversidad de Saúl y enseñar al pueblo una lección de humildad y de fe. A causa del pecado de presunción cometido por Saúl al presentar su sacrificio, el Señor no quiso darle el honor de vencer a los filisteos.
Este capítulo está basado en todo el capítulo 13 del libro 1 Samuel en la Biblia:
Además, es ocupado el relato de forma modificada el libro Patriarcas y Profetas. Capítulo 60; "La presunción de Saúl" de la autora finada Elena G de White.
Link del libro y del capítulo: https://m.egwwritings.org/es/book/183.3226#3226
Este es el sexto blog dedicado a la serie de la monarquía de Israel. Entre al inicio de la página para ver todos los blogs y todas las partes de la historia.
Solo a Dios la Gloria.
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